El silencio

Inspira a intelectuales, religiosos y pintores, pero la gran mayoría huimos del silencio.

Margarita Puig | 09/02/2008 | La Vanguardia

 

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Encontrarán miles de definiciones sobre el ruido. Pero ¿y el silencio?, ¿qué es el silencio?, ¿para qué sirve?, ¿es conveniente encontrar el silencio? Hay quienes dedican su vida al silencio y han hecho de la ausencia de ruido su bandera, pero son muy pocos los que se atreven a encararlo. Sin duda el ser humano teme el silencio olvidando que nos ayuda a encontrarnos a nosotros mismos y a superar fi nalmente nuestros miedos más ocultos. «Las asociaciones determinadas tradicionalmente y el comportamiento cultural lo relacionan con la oscuridad, la muerte, la soledad, la nada, lo desconocido y hace que, ante él, algunos se sientan tristes, melancólicos, casi depresivos… pero eso es otorgarle connotaciones muy limitadas. El silencio es luz blanca, además de oscuridad, y es también vida y se puede compartir. Por ello es necesario que se eduque a los niños en una actitud receptiva y favorable al silencio en lugar de hacer que lo teman», explica Tres, el creador de la sugestiva página www. elsilencio. com e inventor de los cócteles silenciosos que en un mundo estresado como el nuestro triunfan tanto aquí como en Pekín.

Este autodenominado activista del silencio, músico, performer y artista visual de múltiples expresiones advierte de que a pesar de su gran potencial de ser el segundo poder en el mundo después de la palabra, la única forma en que se enseña en las escuelas es mediante la represión, la mera imposición autoritaria. Y asegura que en nuestra «ruidosa y charlatana sociedad occidental, hiperinformada y repleta de estímulos externos, a menudo, quien teme al silencio es porque no soporta escucharse a sí mismo, a su propio vacío».

De todas formas, la persona es un animal social y el silencio está bien, pero a ratos y no de forma insistente. El investigador de la unidad de resonancia magnética de CRC Mar Carles Soriano advierte que, prolongarlo de forma absoluta es perjudicial para el cerebro, aunque darle momentos de silencio a nuestro sistema neurológico también es necesario porque nos ayuda a descargarlo y a desestresarnos. Este neurocientífi co recuerda que cualquier privación sensorial, o lo que es lo mismo, cuando un sentido deja de ser estimulado durante largo tiempo, no es para nada aconsejable. Y lo ejemplifi ca con las torturas que se han practicado con los presos de Guantámano en las que la privación total de los sentidos podía ser el peor de los castigos. ¿Qué sucede en estas ocasiones? Pues algo tan sencillo como que el cerebro necesita ser estimulado para funcionar y al no recibir los imputs habituales «se los inventa llegando a provocar alucinaciones». Por supuesto que todo lo contrario, el ruido excesivo que comienza a partir de los 70 decibelios, tampoco es conveniente porque provoca la «sobresaturación del sistema y estresa e irrita el cerebro».

Nada tiene que ver la privación auditiva absoluta, que de excederse en un periodo superior a las 24 horas puede desembocar en las citadas alucinaciones, con los votos de silencio o con el vivir en el silencio. «Las técnicas de relajación sensorial hacen uso de la ausencia de ruido, desde siempre focalizar la atención en lo que viene de dentro ha sido la base de cualquier técnica de relajación», explica Soriano, que advierte que en esas ocasiones, como sucede con el voto de silencio o con una estancia en un monasterio, el silencio es sano porque no es total dado que uno mismo nunca dejará de escuchar en esas circunstancias su respiración, sus pasos, sus movimientos.

El teólogo José María Castillo, que durante 52 años y hasta hace sólo unos meses fue jesuita, refuerza esta idea de que el silencio no es un concepto negativo. Al revés, «es una experiencia interior muy profunda que nos da la capacidad de enfrentarnos con nosotros mismos y eso es altamente positivo porque lo más difícil en la vida es no huir de lo que somos y de tal como somos. Tenemos que afrontarlo y reconocerlo, y una primera vía es el silencio, luego ya viene la comunicación con los demás, pero primero está el silencio y nuestro encuentro interior».

La búsqueda del silencio siempre estará de actualidad. Y no sólo en nuestra sociedad ruidosa y barullera, sino que en todos los tiempos el hombre ha sentido esta necesidad básica. Es imprescindible en las religiones que fomentan la vida contemplativa sobre todo de raíz oriental pero también está presente en la cristiana. En su libro El futuro de la vida religiosa (Trota), este teólogo granadino recuerda la fi gura de san Antonio Abad, que en la segunda mitad del siglo III ya buscó la soledad y el mundo contemplativo más allá de las ciudades y de sus ruidos. «Con él, miles de hombres y mujeres huyeron entonces de las urbes para irse a los desiertos en todos los países limítrofes con el Mediterráneo y surgieron así los primeros monasterios en los que el silencio era fundamental», explica, para añadir que esos hombres y mujeres «no encontraban en la religión ofi cial lo que ellos buscaban porque, igual que sucede ahora, estaba demasiado cerca del poder y del ruido».

También los psicólogos creen en la fuerza del silencio. También ellos pretenden que callar para encontrarnos con nosotros mismos es una forma de vencer miedos para luego vivir mejor. El psicoanalista Víctor López defi ende que el silencio es comunicación. Y que aunque, sobre todo en las ciudades, nos eduquen constantemente en la interferencia, el silencio resulta imprescindible para encontrarnos a nosotros mismos. «Hay que acostumbrarse a parar de cuando en cuando y, a pesar del miedo, enfrentarnos y descubrirnos para entender que sacaremos una experiencia positiva de esta reunión íntima que además nos ayudará a vivir luego más seguros cara a los demás», apunta.

En este sentido, el investigador de CRC Mar Carles Soriano recuerda que el silencio absoluto «obliga a concentrarse en la estimulación que viene del propio cuerpo y al focalizar la atención en uno mismo, hay quien tiene sensaciones desagradables… Poder focalizar la atención en estímulos externos evita la introspección y por lo tanto hay mucha gente que siempre necesita escuchar alguna cosa e incluso dormirse con la radio puesta».

Pero ¿y la concentración? ¿Van forzosamente ligados concentración y silencio? En este aspecto Víctor López dice que para este intento de hacer introspección el silencio es básico, pero que según para qué tareas es prescindible. También Soriano cree que hay muchos trabajos que pueden hacerse perfectamente o incluso mejor sin silencio, con música por ejemplo. «Tareas monótonas, repetitivas, donde la estimulación exterior ayuda a no aburrirse. Pero cuando hay que concentrarse mucho, el silencio parece ser un requerimiento. ¿Os habéis fi jado alguna vez en que la gente apaga la radio del coche para aparcar? El tema importante es en qué focalizas la atención».

Hay que tener en cuenta además que el silencio no es lo mismo para todos. «Los benefi cios del silencio están relacionados con la reducción del estrés o la sobreestimulación, y vivir en un lugar ruidoso puede afectar mucho al bienestar psíquico, pero a la vez hay gente que soporta muy bien el silencio y otros que no, de la misma manera que la oscuridad gusta a unos y asusta a otros. Lo que sucede es que, como en casi todo, hay una combinación de factores genéticos y de aprendizaje que determinan la percepción de cada uno.

Así la gente con un temperamento ansioso soportará muy mal el silencio absoluto y ello es fruto de la genética pero también de las experiencias vividas con anterioridad», determina Soriano.

Grandes carteles en los que se ruega silencio son habituales en museos, bibliotecas y salas judiciales, y nadie se pregunta el porqué. Sin embargo donde en ocasiones podría extrañar su presencia es en los hospitales. ¿Acaso el silencio cura? El neurocientífi co Carles Soriano está convencido de que reducir el nivel de estrés ambiental siempre es recomendable si estás enfermo, de la misma manera que vivir en lugares tranquilos y poco ruidosos siempre es más saludable. Y el angiólogo Norberto Galindo Planas añade que cuando uno sufre físicamente, el silencio es el mejor compañero. «Por ello en muchas ocasiones a quienes visitan a sus enfermos se les solicita que respeten su silencio y no insistan en hablarles, leerles, ponerles música…»

También son muchos los benefi cios del silencio en las relaciones interpersonales como recordaba Ortega y Gasset. Según él, si una persona dijera a otra todo lo que piensa y sabe de ella, la convivencia sería imposible porque hay silencios de tolerancia y amistad de gran valor social, y el respeto a los demás exige ocultaciones, disimulos y omisiones perfectamente justifi cables. José Luis Ramírez, autor de El signifi cado del silencio y el silencio del signifi cado,insiste en que el silencio no tiene por qué ser un espíritu maléfi co del que haya que huir: «Dos personas unidas por amor o por una amistad entrañable pueden pasar muchos buenos ratos en silencio, mientras que en un matrimonio desavenido el silencio del otro es siempre motivo de irritación… pero el silencio no signifi ca siempre amenaza, es también tranquilidad, refl exión, armonía aunque las nuevas generaciones han sido educadas en el horror al silencio y muchos jóvenes son incapaces de concentrarse sin tener la radio puesta».

Hoy en día nos vemos constantemente agredidos por ese ruido que los medios de comunicación ofrecen como diversión. Por ello nos relaja observar el puro y silencioso arte de un Charlie Chaplin en sus películas mudas. Y estaremos siempre en deuda con el mimo Marcel Marceau, que dijo: «Tenéis que entender qué es el silencio, cuál es el peso del silencio, cuál es el poder del silencio».

Más difícil es encontrar una defi nición para el silencio. Dice una máxima pitagórica: «Si se os pregunta: qué es el silencio, responded: la primera piedra del templo de la Filosofía» y Stravinsky aseguraba que era el punto de partida del fenómeno musical porque sin silencio no hay música como tampoco hay comunicación sin él. «No hay respuesta fi able. Existen demasiados contextos, infi nitos matices. La mejor, la más rigurosa de todas las respuestas es permanecer callado, dejar que el silencio conteste», añade el silenciosoTres.

Sólo los científi cos son más propensos a dar una defi nición. Carles Soriano explica que el silencio hay que medirlo según la frecuencia de las ondas sonoras, hercios, y la intensidad, decibelios. Y que en los humanos hay que tener en cuenta que la franja habitual perceptible es la que se sitúa aproximadamente entre los 20 y los 20.000 hercios, dependiendo de si son tonos graves o agudos, aunque también hay que tener en cuenta que cada uno tenemos nuestro rango auditivo según cuáles sean nuestras condiciones físicas, edad… Así las cosas, técnicamente «hay que considerar como silencio todo lo que sale de estos hercios o la falta de fuente sonora».

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